Luciérnaga

Soy luciérnaga
luchando contra
las estrellas.

Soledades

Si Dios hay uno solo,
¿No se siente acaso Él solo?
De primavera la flor primera
¿No llora acaso su anticipo?
La hoja del otoño caída
¿No se retuerce en su triste exilio?
El trino adolorido del gorrión
¿No es de su corazón queja profunda?
Cada taza y cada plato en el estante
Por la fría loza enmudecida
¿No siente también el abandono
Entre cada café y cada comida?
Y el lucero al alba que opaca
En su brillo esplendoroso
La luz de otras estrellas
¿No sufre silencioso su destierro?
¿No es el viento en su sonido
El soplo afligido de un flautista desolado?
La humedad helada del rocío manto
¿No es la huella del llanto de la noche?
El anillo en profundidades extraviado
¿No añora su anular dueño cuando brilla furtivo?
En la oscuridad taciturno el farol
¿No parece titilar en su oxidado aislamiento?
Y el grillo en su afilado canto asesino
¿No es de abatida y solitaria su voz elegía?
Charcas de desamparo y lluvia
Invierno clavado a un costado.

Y es que el dolor de la misantropía
El alma despedaza, asesina la alegría
Dolor mío, compañero de mis días,
De mis noches angustia sordomuda
Hiendes profundo más sabes dulce...


Amor y Placer

¡Eros ha muerto! ¡Eros ha muerto!
Lo ha matado Baco...

Belleza

Cruzada la razón
No hay barrera que detenga
Lo que otras distancias
Pudieran enloquecer

En la belleza inmensa
Que se me hace insostenible
En la diadema de una lágrima de niño
En la clepsidra con polvo de las estrellas
En el caleidoscopio del iris de una musa
En el copo de nieve de mi sueño substanciado

No hay verdad,

Tan solo belleza

Azul Índigo

Sabes a azul, en la triste luna nueva
De tus perlas custodiadas
Del par de carnosos guardianes
En carmín y sangre pincelados.

Hueles a índigo, en el delgado pilar
De tu estrellada blancura
Donde muere suicida un beso
Retorcida la flor al efecto

Ya que asciendo cuando caigo
Extendido el abismo el alma cruza
Cometa perdido, arriesga la vida
Por tu fuego, por tu locura descomedida
Amar, sufrir, llorar, reír… Azul Índigo.

Al oído de los dioses

Pedacitos de emociones
Como grueso papel picado
Vuelan al crepúsculo
Rumbo a los montes
Encapuchados

Las sombras se hacen largas
Y sobre mi cabeza calva
Cae abatida una golondrina
Envenenada con el añil
Del anochecer despiadado

Las hojas del otoño
Hieren mi piel al caer
Su sonido, crujido de huesos
Es la señal final
Para lanzarse al precipicio
De una tristeza hermosa
De ojos calipsos

Es adiós repentino
De rayo, de granizo
Y en lo que hay de canto
Entre cenit y nadir
Me despedazaré
Para ser melodía
Agradable al oído de los dioses